La Fraternidad Juvenil Alfa Pi Épsilon, institución de jóvenes laicos

El sistema educativo nacional creado en los años ochenta, inspirado en la ideología del neoliberalismo y estructurado por miembros de órdenes religiosas, ha generado una clara segregación entre los estudiantes en base al “poder adquisitivo de sus tutores”. Lo anterior, ha provocado una diferencia sustancial en las oportunidades que los jóvenes puedan tener en su futuro laboral y social, puesto que han de cargar “la mochila de sus padres sobre sus hombros”, reproduciendo los ciclos de pobreza que ya hace tiempo son evidentes. Sentenciamos nuestro rechazo a la profundización que en años anteriores se hizo a éste sistema y criticamos duramente la nula preocupación que el Estado, que a través del Ministerio de Educación, ha tenido por los establecimientos educativos, cuestión que ha provocado que muchos de ellos vulneren impunemente las mismas leyes que los rigen, y que en la gran mayoría no se cumpla con los estándares mínimos que la calidad académica implica.
Junto con lo anterior, manifestamos nuestro más rotundo rechazo a que un grupo privilegiado del país, a través de los directorios de las instituciones que manejan tanto a nivel de educación básica, media y universitarias, busque sumergir a nuestra sociedad en el oscurantismo que en antaño nos ha gobernado, utilizando las “directrices” con que administran sus centros “educativos” para transmitir dogmas, en muchos casos ajenos a una convivencia académica, democrática, libre y tolerante, pretendiendo con ello acallar el libre examen y la libertad de conciencia de sus educandos, principios que, por el contrario, debiesen fomentarse en el aula estudiantil.
Es por ello que consideramos nefasto impulsar una política de Estado que busque entregar aportes directos o subvenciones a instituciones confesionales y dogmáticas, puesto que con ello se descuidaría un elemento esencial de los ciudadanos que están en formación: la libertad de conciencia. El Laicismo es entendido como un principio inherente a la praxis democrática, e implica necesariamente la protección de la conciencia libre del individuo y de su privacidad, y por ello, pretende evidenciar y expulsar cualquier intención de instaurar en la sociedad un régimen normativo privilegiado en favor de cualquier fe religiosa que aspire a "institucionalizarse" en forma de “ente público” al servicio de alguna supuesta revelación sagrada o mandato divino. Abrir el sistema educacional a privados e institucionalizar aportes fiscales a los mismos, tengan los fines que tengan dichos recursos, sin la supervigilancia estatal, implica necesariamente institucionalizar y fomentar una enseñanza “sacra”, dar espacio a las “verdades reveladas”, disminuir las instancias de tolerancia y no entender que el Estado chileno se separó de las iglesias, hace ya muchos años.
Nuestro país no puede seguir actuando de manera subsidiaria ante la educación, puesto que al olvidar el espacio laico, se pierde el sentido de inscribir a la libertad de conciencia como principio constitucional y se deja a los más vulnerables y desposeídos, ante las garras de los dogmas que pretenden captar adeptos; es por ello que “lo laico” se deberá entender necesariamente hermanado como lo público, puesto que implica aquella instancia en que conviven distintos credos individuales y visiones, sin superponerse, mas que por el ejercicio de la democracia. Entendido lo anterior, no se puede dejar de fomentar una educación pública, gratuita, de calidad y, por sobre todo, “laica”, puesto que es un deber implícito a un estado aconfesional custodiar los espacios libres y de tolerancia que sólo una sociedad laica pretende conseguir. Así se creó la gloriosa ilustración chilena, así lo quisieron los constructores de la patria y así lo debemos seguir construyendo ahora y hacia el futuro pues éste es “el principio” para un feliz mañana.
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